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Facundo Fierro firma blog

LAURISILVA

  • fierrogestion
  • 31 mar 2014
  • 2 Min. de lectura

Esta es una obra con la que mantengo una relación especial. Normalmente, cuando trabajo en una idea, me vuelco en ella abstrayéndome de todo lo que me rodea y no descanso hasta acabarla. Ese momento suele ser imprevisible, independientemente del resultado, puede suponer el clímax o un desmayo hacia el vacío o la laxitud. Y ahí acaba mi relación con ella. Hasta ahí formó parte de mi vida, como el respirar, pero una vez acabada, ya es algo propio. La observo y hasta la disfruto, pero como espectador o analítico.

Pero esta obra es diferente. O tal vez yo en estos momentos necesite esa relación diferente. Lo cierto es que la empecé hace años -cuatro, creo- y ha estado colgada varias veces en diferentes estados de acabado. Se ha convertido en un paisaje imaginario, lo he ido pintando encerrado en mi estudio, pincelada a pincelada, dictada por la añoranza o el recuerdo de sensaciones que están hondamente arraigadas en mi. La laurisilva, ese bosque arcaico de nuestras islas Canarias, se introdujo en mi a lo largo de una sucesión de estancias en diferentes etapas de mi vida y en diferentes ámbitos. En Tenerife, donde las cumbres de las Mercedes y los altos de Taganana. En La Gomera, en ese esplendoroso bosque del Cedro o en los altos de los Tilos, en la isla de La Palma.

Iré mostrando la tela en retales, pequeñas parcelas en las que se puede adivinar el recorrido.

Vean mi primer retal. ¿Es la laurisilva? ¿Donde está el bosque? Aquí en el suelo, donde se sustenta, es donde se genera la lucha por sobrevivir. ¿Son raíces? Tripas más bien, que digieren la vida. Se retuercen, hurgando en las oquedades, compitiendo entre sí, pero… para mí son formas distribuídas a capricho y pintadas sin tino.

 
 
 

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